De Opinión

Educación, Alegre Utopía vs Triste Realidad

La Ley General de Educación No. 66-97, modificada por la ley 451-08, es la base legal que regula todo lo concerniente al ámbito educativo en la República Dominicana. En ella no solo se plasma su rol garantista del derecho de todo habitante de nuestro país la reciba, sino que también establece los principios, fines que orientan su enfoque y los propósitos que esta se persigue.

Entre sus 16 principios, el marcado con la letra ¨g¨ cita la familia como primer responsable de la educación nacional.

En tanto, los fines que persigue nuestra educación, 6 en total, en síntesis plantean la formación de hombres y mujeres libres, críticos, capaces de participar en la formación de una sociedad libre, democrática, participativa, justa y solidaria, con la capacidad de cuestionarla en forma permanente, de hombres y mujeres amantes de su familia y su patria, educar para el conocimiento de la dignidad y la igualdad entre hombres y la mujeres, entre otras tantas puntualizaciones ¨utópicas¨ de en comparación con nuestra actualidad social.

No creo que haya la posibilidad real de cumplimiento de los fines y propósitos educacionales en términos significativos cuando la intervención de los padres, madres u otros miembros de la familia en los procesos formativos (formales e informales) es escasa, en el peor de los casos, alienta actitudes y comportamientos cuestionables.

Estos patrones conductuales inadecuados y déficits de atención y captación de los aprendizajes presentados por los alumnos en las aulas va en aumento a la par con una significativa deserción escolar.

Tampoco será posible ante la mirada indiferente de un maestro sin vocación ni compromiso con su labor formativa en pos de una mejor sociedad, una persona que busque en el sistema educativo simplemente una mejoría económica en muchas ocasiones de la mano del favoritismo político para alcanzar tal posición.

Pero esto no es todo…

¿Podríamos esperar un resultado favorable cuando por distintas vías los antivalores son inyectados a nuestros niños y adolescentes?

El contenido de una importante cantidad de medios televisivos y radiales, el liberalismo desafiante de las redes sociales y otras plataformas de la virtualidad, los mensajes impregnados en las muy de moda series televisadas, el patrón del hombre exitoso que se exhibe en todos los estratos sociales (Hay que ser político corrupto, ¨chipero¨, distribuidor y consumidor de sustancias controladas, dembowcero, entre otras atribuciones retorcidas), el consumismo salvaje, entre otras tantas artimañas de un sistema burgués capitalista que busca perpetuarse a costa de la ignorancia y la alienación de las masas colectivas.

La educación no se limita a la planta física de un plantel escolar, ni al esfuerzo del maestro o la maestra que comparte 45 minutos de su diaria y tesonera jornada de enseñanza, ni al solo intento de padres o madres por inculcar buenas costumbres y valores, hemos visto que en ella inciden una serie de factores a los cuales el estado debe prestar atención para optimizar la formación integra de cada estudiante unificando esfuerzos y creando las condiciones para que sus frutos sean provechosos.

¿Será suficiente el solitario esfuerzo docente?

¿Será que a los sectores de poder les convendría que los individuos sean capaces de cuestionar de manera constante cómo funciona y se administra una sociedad?

Recordemos que: La escuela volverá a ser el primer hogar cuando el hogar vuelva a ser la primera escuela.

Y también que como dijo Aníbal Ponce: ¨La educación es una herramienta que utilizan las clases dominantes para perpetuarse en el poder¨

José Ariel Cruz

El autor es Licenciado en Educación, Mención Ciencias Sociales, Egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo -UASD- en su Recinto San Francisco de Macorís.

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